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Un Nuevo Horizonte en la Preparatoria Federal ¨Lázaro Cárdenas¨: Reflexiones sobre una transición histórica

En el devenir de las instituciones educativas hay momentos que, por su trascendencia simbólica y repercusión en la memoria colectiva, marcan un hito. La Preparatoria Federal ¨Lázaro Cárdenas¨, la que para muchos es el faro intelectual de Tijuana y pilar incontestable de la formación de generaciones de ciudadanas y ciudadanos comprometidos, está viviendo uno de esos acontecimientos significativos: la designación de su primera directora mujer.

Este hecho, que trasciende el umbral de lo anecdótico, constituye una manifestación congruente del avance inexorable hacia la consecución de la equidad de género en los espacios de liderazgo académico, hasta ahora caracterizados, en muchos casos, por su sesgo androcéntrico.

Este cambio directivo no representa únicamente un relevo en la administración de una institución; es también la expresión tangible de la maduración social que reconoce, valora y legitima el papel de la mujer en la conducción de los destinos educativos. Pero, permítanme ser claro: la designación de la directora en la ¨Lázaro¨ no es un hecho aislado; es la culminación de luchas históricas de una voz que durante décadas reclamó, con razón y dignidad, trato justo y digno, así como mejores condiciones laborales para compañeras y compañeros en la esfera pública académica. Es también la constatación de que el mérito, la capacidad y la visión estratégica no entienden de géneros, sino de compromisos y convicciones.

No obstante, en la dialéctica inherente a toda transición, es justo rendir un homenaje sincero al director saliente, cuya gestión se distinguió por su entrega incansable a la causa educativa. Su liderazgo transformacional, sustentado en sólidos principios éticos y en una visión humanista de la enseñanza, nos deja una impronta imborrable en la comunidad educativa. Las aulas, los pasillos y cada rincón de esta institución resguardarán las huellas de su labor, traducidas en proyectos consolidados, mejoras sustantivas y en un espíritu académico robustecido.

Expresamos pues, un agradecimiento que no se agota en la formalidad del protocolo, sino que emana del reconocimiento genuino de su legado. ¡Muchas gracias por todo lo bueno hecho y especialmente por todas las decisiones difíciles que debió tomar en su momento!

En este contexto de reflexión, es ineludible dirigir unas palabras a aquellos sectores que, desde la oposición, manifiestan reservas o críticas respecto a este cambio de dirección. Conviene recordar que la oposición, entendida en su acepción más noble, constituye un componente esencial del pensamiento crítico y del desarrollo democrático de cualquier sociedad.

Sin embargo, cuando la oposición se convierte en una actitud perpetua, desprovista de argumentos sustantivos y motivada por la resistencia al cambio per se, pierde su función constructiva para derivar en un obstáculo estéril. La discrepancia, cuando se ejerce con responsabilidad, enriquece el debate y fortalece el tejido institucional. Pero, cuando se transforma en un dogma inmutable, limita el horizonte del pensamiento y anquilosa las posibilidades de evolución.

Por ende, este llamado no pretende acallar voces críticas —pues la crítica es el alma de la academia—, sino invitar a una reflexión profunda sobre el papel que están jugando en la vida institucional. Convertirse en una opción política basada en principios y argumentos, y no en una actitud vitalicia a la que subyacen prejuicios o nostalgias infundadas de una época que para la mayoría no existió, debiera ser el primer paso. Opino.

La Preparatoria Federal ¨Lázaro Cárdenas¨ inicia así un nuevo capítulo en su ilustre historia. Bajo la guía de su primera directora mujer, se abre un horizonte de posibilidades para la innovación pedagógica, el fortalecimiento de la comunidad académica y la consolidación de su misión formativa.

Que este cambio sea, no el fin de una era, sino el comienzo de una etapa en la que la tradición y la modernidad dialoguen fructíferamente, en beneficio de las futuras generaciones. Mientras celebramos lo venidero, no podemos evitar la delicada melancolía que acompaña cada despedida.

Las memorias del pasado, los rostros, las voces y las esperanzas compartidas, se entrelazan con la promesa del mañana. Recordemos que más allá de los nombres y los cargos, lo que nos une es algo más sublime: la convicción de que la educación es un acto colectivo, en donde cada voz, cada gesto, cada esfuerzo suma.

Que este momento de transición sea un puente entre quienes fuimos, quienes somos y quienes aspiramos a ser. Que la nostalgia no sea un ancla, sino un faro que ilumine nuestro compromiso con la unidad, la colaboración y el trabajo conjunto.

Porque al final, la grandeza de una institución radica en la fuerza de su comunidad y en la capacidad de abrazar su historia mientras camina con paso firme hacia el futuro.